21.8.10

estructuras para un paisaje contemporáneo








































El paisaje, como invención humana que es, requiere de una percepción
artística del entorno por parte del observador. Existe una diferenecia
entre país y paisaje, y para aquel que lo habita, el paisaje rara vez
es entendido como tal, si no que lo es como país, como el lugar donde
se vive... Esto manifiesta que para entender un paisaje se necesita de
la acción del ojo humano, de la voluntad del espectador.

La creación de los paisajes es un “artealización” del entorno, una necesi_
dad imperiosa de armonizar lo que la naturaleza nos sofrece en su
abigarrada y caótica manera de presentarse. No existe una idea del
paisaje sin una idea previa del arte. Es más: la manera de comprender
un paisaje está intrínsecamente relacionada con los modos culturales de
cada época, haciéndolos indisociables.

En un tiempo que se configura a sí mismo a través de elementos no
materiales resulta necesario encontrar una nueva tipología del paisaje
mediante dichos elementos. Lo que un individuo contemporáneo
pueda entender como paisaje no es más que una expresión de factores
culturales heredados, como sucede en gran medida con todo lo vinculado
al arte. Pero en el caso del paisaje es aún más evidente, pues para este
individuo el paisaje es algo ajeno a él, que tiene que ir a buscar a otro lugar,
para fotografiarlo y admirarlo. Ya no entiende que el paisaje es la versión
articulada y artealizada de su mismo entorno. No tiene sentido hablar de
paisaje si no estamos hablando de nosotros mismos, de nuestro tiempo,
porque se necesita ese filtro, ese factor cultural y generacional para
configurarlo.

Entendiendo que hace más de un siglo que los motores y mecanismos
que nos mueven son de una índole no-material (de la electricidad y el
gas como energías impulsoras a la información binaria y las ondas de
satélites y teléfonos), se hace necesario tener a dichas fuerzas en
cuenta para hablar de un paisajismo del siglo XXI.

Comprendiendo esta necesidad, plantearé a través de mi trabajo posibles
modos de enfrentarse a este problema: diseccionar el paisaje postmoderno
atendiendo a los factores que lo configuran y la manera que tenemos de
entenderlo y atravesarlo.

Para esto es imprescindible tomar como referencia las formas de
desplazamiento, el tiempo requerido y la permanencia. Nos movemos
mayoritariamente en vehículos autopropulsados que, por lo general,
son nuestros (nuestro coche o moto) y pasan a convertirse en una
suerte de prótesis insustituible. La principal cualidad de estas extensiones
de nuestro cuerpo es la movilidad exagerada, la velocidad distorsionadora,
que apenas permite entender el espacio transitado. De esta vertiginosidad
se desarrolla casi, casi, una forma completa de entender la vida, y mas aún
el espacio habitable: las distancias, los caminos, los mensajes que nos
llegan.. todo diseñado para comprenderlo desde la movilidad constante
del coche. Ya no hay un aquí y ahora: hay un aquí por un lado, y un ahora
por el otro, y la configuración del entorno se manifiesta efímera, costituída
por un presente constante de movilidad e impermanencia.

La velocidad -entendida en las vanguardias como la cuarta dimensión- es un
estado de percepción nuevo y específico para el hombre, en el cual se construyen
nuevas formas, que son las que configuran el paisaje contemporáneo.

Estas son las estructuras para ese nuevo paisaje.